Listas : Mis diez películas de 2011

enero 3, 2012

¡Ay! ¡Qué ganas de sufrir! Llevo unos días intentando elegir mis diez del año… y me ha costado mucho, lo que es una buena noticia, ya que significa que la cosecha de este año ha sido buena. Esta vez, además de las tradicionales diez películas, he hecho una selección de otras diez, sin orden ni concierto, que bien podía haber incluido en la lista final, ¡llamadme cobarde, pero es mi blog y yo pongo las reglas! Aprovecho, como siempre hago por estas fechas, para desearos un año 2012 lleno de buenos momentos, muchas risas, trabajo y salud. Tengo muchas esperanzas puestas en este 2012 en el que espero rodar No mires ahí, mi próximo cortometraje y terminar el guión de la película que estoy escribiendo con Ángel. También hay otros proyectos en marcha que pintan bastante bien, algunos se harán (no necesariamente en el 2012) y otros caerán en el olvido, pero ahí está la gracia de cada inicio de año, hacer balance del curso anterior y ver por donde va a ir el próximo. Lo que sí tengo claro es que este próximo 2012 va a ser muy bueno para todos, ¡un brindis por este año 2012, mucha suerte amigos! Aquí os dejo mi lista, que como siempre, se basa en mis gustos personales y en las pelis que he visto (por lo que seguro habrá muchas ausencias).

10. Jane Eyre, de Cary Fukunaga. Fascinante adaptación del clásico de Charlotte Brontë por parte del desconocido (para el que esto escribe) Cary Fukunaga. Pocas veces el espíritu romántico ha sido llevado a la gran pantalla con semejante fidelidad. La atmósfera de la película, el dominio de la oscuridad y la presencia de lo fantasmal aproximan el relato a las características plásticas de la novela gótica, sin dejar de lado la crudeza y el realismo que la alejan de otras artificiosas adaptaciones hollywoodienses, más propias del folletín que de la novela romántica. A destacar la interpretación arrolladora de Mia Wasikowska y la presencia de uno de los rostros de la temporada, el camaleónico Michael Fassbender.

9. Mientras duermes, de Jaume Balagueró. La mejor película hasta la fecha del director de terror en activo más exitoso de nuestra cinematografía, viene firmada por Alberto Marini e interpretada por un Luis Tosar que merece volver a ganar el premio Goya al mejor actor. El libreto del argentino es perfecto, minucioso y sin apenas fisuras y encaja a la perfección con esa obsesión por la maldad innata que domina el universo cinematográfico de Jaume Balagueró. El director catalán se aleja del género puro para sumergirse en un thriller con reminiscencias de Roman Polanski. Al igual que en [REC] o en Para entrar a vivir, el edificio en el que trabaja el portero interpretado por Tosar se erige como un protagonista más, un espacio en el que el personaje puede moverse a sus anchas y manipular el bienestar de sus vecinos a su antojo. Balagueró y Marini crean un alegato pesimista y desolador sobre la construcción de la felicidad y lo hacen con un dominio apabullante del suspense: parece imposible olvidar la secuencia en la que Tosar se esconde bajo la cama y el cloroformo cae sobre sus ojos, con el consiguiente intento de no ser descubierto. Tampoco podemos olvidar la secuencia más violenta de toda la película, en la que la descubrimos que cometer un crimen se muestra como una tarea dificultosa y torpe. Lo más interesante de Mientras duermes, más allá de sus virtudes narrativas, es la capacidad que tiene el espectador para empatizar con el portero, es decir, deseamos que no capturen nunca al malo de la película.

8. I saw the devil (Encontré al diablo), de Jee-woon Kim. Otra muestra más de que el cine surcoreano sigue en plena forma es este thriller en el que el ajuste de cuentas vuelve a ser el protagonista de la película. La cinta está protagonizada por dos clásicos del nuevo cine surcoreano, Byung-hun Lee, protagonista de la magistral A bettersweet life (también dirigida por Jee-woon Kim) y Min-sik Choi, el gran Dae-su Oh de Old Boy. En esta ocasión, la película relata un trepidante juego entre el gato y el ratón en el que el espectador olvida cual ha sido el germen de la trama y sobre todo, quien debe vengarse de quien. La película deja de lado cualquier alegato moral y la violencia típica de este tipo de producciones se vuelven más cruenta y salvaje que nunca. I saw the devil plantea un dilema moral a uno de los personajes, ¿merece la pena convertirse en un monstruo para acabar con uno de ellos? El personaje inicia la búsqueda de esta respuesta a través de una cacería humana y lo hace transformándose en una bestia, un diablo que ha olvidado el origen de la venganza.

7. Attack the block, de Joe Cornish. El humor británico y callejero de Misfits pasado por la batidora del revival nostálgico ochentero ha dado como resultado esta comedia de ciencia ficción que se ha convertido en una de las sorpresas del año. La etiqueta de película de culto rodea desde el primer minuto al debut de Joe Cornish, director que procede de la misma escuela televisiva en la que se formó Edgar Wright, con el que ha firmado el guión (ayudados por Stephen Mofat) del Tintín de Steven Spielberg. Los protagonistas, mucho más gamberros que los de la película de J.J. Abrams, tienen que hacer frente a una invasión alienígena en el barrio. La película es un entretenimiento puro de principio a fin y personalmente me recuerda mucho al The Faculty de Robert Rodríguez.

6. The Artist, de Michel Hazanavicius. Quien nos iba a decir que la película que va camino de convertirse en el mayor éxito cinematográfico del año 2011 iba a ser muda, en blanco y negro y francesa. El director dice que tardó más de cinco años en levantar el proyecto y que ningún productor confiaba en la idea de hacer resurgir un género a priori imposible de vender entre el gran público. A Hazanavicius le tomaron por loco, pero los Weinstein vieron un filón en esta historia con ecos de El crepúsculo de los dioses, que cuenta con unas interpretaciones extraordinarias y secuencias de una belleza inolvidable. La película es un ejercicio posmoderno en el que caben referencias a los maestros del mudo (hay mucho Murneau en ella) y el recuerdo nostálgico a la época dorada en la que los actores eran estrellas que dificilmente podían advertir que su luz fuese a apagarse. Mención especial a la escena de las tomas falsas y a la de la persecución en coche a ritmo del tema de amor de Vértigo de Hitchcock.

5. Bridesmaids (La boda de mi mejor amiga), de Paul Feig. Mi comedia del año. La película escrita y protagonizada por la cameleónica Kristen Wiig bajo el sello de Judd Apatow como productor es mucho más que la versión femenina de Resacón en las Vegas (de hecho, la supera en muchos aspectos). Es una película capaz de hacernos reir a carcajadas (¡ese diálogo con el niño la noche de la cita a ciegas o la secuencia en la tienda de vestidos de novia!) y de conmovernos a partes iguales (imposible no identificarse con la relación entre el policía y la Wiig). Bridesmaids es una película protagonizada por mujeres que se aleja mucho del estereotipo de comedia romántica sexista y tontorrona, por lo que es de agradecer que sea tan gamberra y atrevida. Estamos ante una comedia indie que gracias a su horrorosa traducción se vendió muy mal en España: la peli está más cerca de Persiguiendo a Amy que de las correrías de Julia Roberts. Diálogos geniales, guión redondo y casting de altura.

4. Source code (Código fuente), de Duncan Jones. La carrera del director del Moon parece seguir un camino ejemplar. Después de despertar un género que parecía muerto, el de la ciencia ficción espacial, el hijo de David Bowie toma las riendas de este blockbuster con trama trepidante y presupuesto ajustado. La película es un entretemiento fascinante de principio a fin que no deja respiro al espectador y le sorprende en cada uno de los múltiples giros que estructuran la cinta. Jake Gyllenhall ejerce de héroe atrapado en una realidad a la que no pertenece y que debe dominar para evitar una catástrofe. La película, a la que sólo se le puede criticar un final algo previsible, tiene mucho de lo que carece el In time de Andrew Niccol, que pese a su brillante premisa supone una de las decepciones del año para los amantes de la ciencia ficción.

3. Drive, de Nicolas Winding Refn. La película de moda del año es una cinta de acción cuya premisa, a priori, no se aleja demasiado de cualquier exploit de Fast & Furious. La gracia reside en como está narrado este Taxi Driver del nuevo milenio, protagonizado por un samurai de Los Ángeles, parco en palabras, frío y poco comunicativo, que por las mañanas conduce en escenas arriesgadas de Hollywood y por las noches se pone al volante del coche de unos hampones que atracan la ciudad. La atmósfera de la película es fascinante, el uso de la luz (con una insistente paleta de colores, anaranjada y azul, que está presente durante toda la película) y la puesta en escena potencian esa sobriedad del personaje de Ryan Gosling, que realiza una interpretación difícil, en apariencia parca, pero llena de matices. El mundo ordinario del héroe de Drive se ve alterado por la incursión del amor y la violencia, que se entrelazan a mitad de la película a modo de explosión catártica que transforma la película en heredera del cine de venganza surcoreano (la secuencia del ascensor es una clara muestra de ello). Mientras escuchamos una y otra vez la banda sonora y soñamos con tener la chaqueta con el escorpión del protagonista sin nombre, nos damos cuenta de que Drive se va a convertir en muy poco tiempo en una película de culto.

2. Black swan (Cisne negro), de Darren Aronofsky. Como citaba Jordi Costa en su crítica de la película, los personajes de las películas de Aronofsky siempre recurren a la transformación corporal para escapar de sus respectivas realidades: en Pi. Fé en el caos,  el protagonista decidía taladrar su cerebro para huir de la terrible verdad matemática y espiritual que había descubierto; en Requiem por un sueño, el destino del trío protagonista pasaba por someterse a la prostitución y la adicción a las drogas; en El luchador, Mickey Rourke llevaba hasta las últimas consecuencias su condición física para pelear en el cuadrilátero. En Black Swan la transformación es literal, ya que el personaje de Natalie Portman (virtuosa en su papel) se convierte a lo largo de la película en la versión tenebrosa del cisne blanco para el que lleva toda la vida preparándose. La película es un relato aterrador sobre la perfección, que narra la obsesión por alcanzarla a través de la huída de la realidad. La película posee el estilo visual característico del director, que sigue al personaje desde muy cerca, siempre con la cámara en movimiento (durante las coreografías, el operador parece bailar con ella) y una textura granulada y sucia. La dualidad entre el blanco y el negro está presente en toda la puesta en escena, acercando la película a los códigos abstractos del giallo italiano.

1. Melancholia (Melancolía), de Lars Von Trier. La primera parte de la película es extraña, desconcertante y caprichosa. La segunda, a mi parecer, es una obra maestra. El film cuenta el fin del mundo desde dos punto de vista, dos formas de concebir la vida y de aferrarse a ella durante los instantes previos a que ésta se consuma: la de Justine y la de Claire, las hermanas que encarnan Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg. La primera tiene una visión deprimente y triste del universo que la rodea, nada la satisface ni la llena, tan sólo el recuerdo melancólico de lo que fue o de lo que pudo llegar a ser. La segunda es positiva, optimista y en apariencia feliz. La primera parte de la cinta se centra en Justine y narra la boda y el nacimiento de su enfermedad. La segunda parte se coloca en el punto de vista de Claire, que se dedica en cuerpo y alma a cuidar de su hermana, mientras espera junto a su familia a que suceda el acontecimiento astronómico más importante de la historia de la humanidad: el paso cerca de la órbita de la Tierra del planeta Melancolía. La hermana más joven parece dejarse seducir por la influencia de este planeta, que a medida que se acerca parece afectar positivamente a la chica (de un modo casi sexual), aceptando con naturalidad la idea de morir y acabar con su vida. Sin embargo, el personaje de Justine, la hermana mayor, sufre al vislumbrar la posibilidad de que el fin de todo lo que conoce esté próximo. Justine tiene pánico a perder a su familia y su supuesta seguridad se desmorona con la presencia omnipresente del planeta. La película es una lección magistral del comportamiento humano y de las distintas formas de afrontar la muerte y la posibilidad de aceptar el fin. Lars Von Trier recupera la estructura de Anticristo y su particular estilo visual en una película valiente, irregular y única que para el que esto escribe, es la mejor película del año 2011.

Menciones especiales: El origen del planeta de los simios, de Ruper Wyat; La cara oculta, de Andrés BaizPanique au village, de Stephane Aubier y Vincent Patar; Diamond Flash, de Carlos Vermut13 assasins, de Takashi Miike; In Time, de Andrew Niccol; No controles, de Borja Cobeaga; Midnight in Paris, de Woody Allen; Scream 4, de Wes Craven; Super 8, de J.J. Abrams; Paul, de Greg Mottola. A continuación, mis otras diez del año 2011 y que perfectamente podrían haber entrado en la lista de arriba (de hecho, varias las acabo de sacar hace unos minutos, ¡qué duro es esto!)

Another Earth, de Mike Cahill. Pude ver esta película en el festival de Sitges de este año y desde el principio pensé que suponía un complemento muy interesante a los otros dos dramas «planetarios» del 2011, El árbol de la vida y Melancolia. Más allá de coincidencias astronómicas, la película se inscribe en esa nueva tendencia de la ciencia ficción como marco que ya pudimos ver en la irregular Monsters y en la todavía inédita en España, Estraterrestre de Nacho Vigalondo. Lo más interesante para mi es el riesgo de contar una historia muy sencilla en el contexto de una idea muy potente que siempre se presenta como telón de fondo. La interpretación de la actriz y guionista Brit Marling es brillante y destacaría su final arriesgado y ambiguo. No me atrajo demasiado la dirección ni el uso de la cámara, demasiado confusa y poco narrativa.

Never let me go (Nunca me abandones), de Mark Romanek. Adaptación fiel por parte del guionista británico Alex Garland de la fantástica novela de Kazuo Ishiguro. La película consigue transmitir el dilema de unos adolescentes que descubren su trágico destino demasiado pronto, con un guión que sacrifica muchas partes interesantes de la novela pero que economiza el resto a través de unas imágenes poderosas y un casting espectacular. La secuencia con la madame es exactamente igual a como la imaginé tras leer el libro y tan sólo me da algo de lástima que no ahonden un poco más en los conflictos sexuales del personaje de Carey Mulligan.

The tree of life (El árbol de la vida), de Terrence Malick. Poesía visual a cargo del enfant terrible de Hollywood y de su mano derecha, el director de fotografía Emmanuel Lubezki. La película fue una de las más esperadas del año para mí, en su momento me impactó muchísimo y quedé maravillado con la puesta en escena, perfecta, mágica, cada plano es un cuadro perfecto, no hay un sólo encuadre mal planteado. Toda la parte de la infancia me cautivó, pero eché en falta un montaje menos reiterativo y subrayado. Creo que la película comete el error de regodearse una y otra vez en los mismos motivos visuales, provocando un efecto climático demasiado presente durante todo el metraje. Además, no sé si encajo del todo bien el desenlace de la película. Valoro el riesgo de un director que hace una película tan personal y críptica con un presupuesto de tales características, pero como seguidor aférrimo de la filmografía de Malick, echo en falta el lirismo más narrativo de El nuevo mundo, La delgada línea roja o Días de cielo.

Into Eternity, de Michael Madsen. Desconocidísimo documental producido en Finlandia y que pudo verse en la sección Noves Visions del festival de Sitges de 2010. La película es uno de esos milagros que logran estrenarse en las salas españolas entre la marabunta de producciones norteamericanas. La temática es la siguiente: en Onkalo, una pequeña población finlandesa, se está construyendo el mayor cementerio de residuos radiactivos de la historia. La megalómana construcción finalizará a principios del año 2100 y el objetivo es que los residuos de todo el país queden sellados en una cámara para toda la eternidad. El planteamiento narrativo de la película es muy original, ya que la cinta está estructura a modo de mensaje de advertencia a los espectadores del futuro y abre el debate sobre si es posible evitar que dentro de algunos siglos (o milenios) se abra la caja de Pandora radiactiva. El documental, además de poseer una factura impecable, cuenta con esa gracia exótica de las producciones puramente nórdicas. Nos encontramos, ni más ni menos, ante un documental experimental y de ciencia ficción aderezado con música de Kraftwerk. Casi nada.

El hombre de al lado, de Mariano Cohn y Gastón Duprat. Merecería la pena pagar la entrada del cine sólo por asistir a esta lección de interpretación que nos regala el argentino Daniel Aráoz. El duelo interpretativo que se marca con su compañero de reparto, el también fantástico Rafael Spregelburd, es la mejor baza de esta joya que llegó respaldada por el premio a la mejor fotografía en el festival de Sundance. El conflicto entre dos vecinos enfrentados por la construcción de una ventana, le sirve al dúo de directores para estructurar un relato que gira en torno a la falsedad de algunos elementos de esta sociedad que alzan orgullosos el banderín de la honradez, la educación y el buen hacer. Un retrato demoledor sobre las apariencias y los prejuicios que va más allá de la típica crítica sobre la lucha de clases. El espacio en el que se desarrolla la historia, la única casa construida por el arquitecto Le Corbusier en Sudamérica, se erige como un personaje y sirve de marco de acción para toda la película.  A descubrir.

Carnage (Un dios salvaje), de Roman Polanski. Parece que el encierro forzado de Polanski ha despertado su creatividad, ya que sus dos últimas películas vuelan por encima de su anterior etapa protagonizada por películas como Oliver Twist, El pianista o La novena puerta, muy alejadas en lo que a calidad se refiere de los orígenes del director de La semilla del diablo. Carnage cuenta con un reparto coral, un guión férreo, unas interpretaciones de altura, una planificación de libro (no sobra un sólo plano, el montaje es perfecto) y un único espacio en el que se desarrolla la acción. Me fascina la evolución de los personajes en una película narrada en tiempo real y como Polanski juega con los prejuicios y la máxima de lo políticamente correcto.

La piel que habito, de Pedro Almodovar. Para todos los que creían que el cine de Almodovar no sería capaz de ampliar sus horizontes temáticos, La piel que habito ha supuesto un shock en la filmografía del director manchego. Pese a que la temática no se aleje demasiado de su sello kitsch y exótico, la película supone un giro hacia el género que ha dado como resultado una de las películas más sorprendentes y extrañas del año. La película es una puesta al día de Los ojos sin rostro, la obra maestra de Georges Franju y posee un aura de melodrama bizarro que aproxima el cine de David Cronenberg al Vértigo de Alfred Hitchcock. Inclasificable.

The last exorcism (El último exorcismo), de Daniel Stamm. A medio camino entre el mockumentary, la comedia y el terror, esta rareza llegó a estrenarse con algo de retraso en nuestro país después de su exitoso paso por el festival de Sitges. La película se cimenta en el descubrimiento de Aslhey Bell, la niña endemoniada que pone en jaque a un equipo de cine y a un farsante que se enfrenta a su último exorcismo. La película consigue aterrorizar en algunos momentos muy en la línea de [REC], que se convierte en su mayor referente, junto a Lake Mungo, otra joya del falso documental de género.  La película no encajó del todo bien entre los aficionados y creo que se debe a un final efectista y muy alejado del tono  gemeral de la película, que hace que dudes durante toda la proyección si la niña esté endemoniada o no. Por el momento hay secuela en marcha.

Secuestrados, de Miguel Ángel Vivas. Impresionante thriller de Vivas que fracasó injustamente en la taquilla nacional, pero que tuvo un gran reconocimiento internacional. Secuestrados es terrorífica no por la crudeza de sus imágenes (por ahí asoman Gaspar Noe y Haneke) sino por la sensación de pesadilla real que posee la puesta en escena. La apuesta formal es realmente sorprendente, ya que la película está compuesta por una docena de planos secuencia planificados con maestría. La cámara en continuo movimiento y que sigue casi siempre al actor en largos movimientos de steady, hace que el espectador tenga la sensación de ser uno más de esa familia que sufre un asalto nocturno en una casa a las afueras de Madrid. Sino fuera por el Mientras duermes de Jaume Balagueró, para mí sería la película de género española del año. El director prepara en estos momentos su tercera película y yo ya tengo ganas de verla.

Winter’s bone, de Debra Granik. Una adolescente que se ve obligada a crecer demasiado rápido para salvar a su familia emprende la búsqueda de su padre desaparecido. Me cuesta mucho ponerle pegas a este thriller ambientado en la misma América profunda en la que parecen enmarcarse Un plan perfecto o Fargo. Me gustan mucho las películas de búsqueda y ésta es ejemplar a la hora de adoptar los códigos de las road movies. La película tiene muchas secuencias difíciles de olvidar en la retina, como la que sucede en el lago o el primer encuentro de la protagonista con su tío. Lo mejor de la función, sin lugar a dudas, es Jennifer Lawrence, que realiza una interpretación sobria, contenida y brillante. Mujeres que controlan el cotarro, vecinos gansteriles que visten botas de nieve y camisas de cuadros y frío, mucho frío. Peliculón.